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AXE CEREMONIA Y TECATE PAL NORTE 2025: DOS FESTIVALES SIMULTÁNEOS, UN MISMO OPERADOR QUE HIZO DE LAS GRÚAS SU PEDESTAL… Y DEL SILENCIO SU DEFENSA

El reciente accidente durante el festival AXE Ceremonia 2025, que resultó en la muerte de dos periodistas, no fue un hecho aislado. Más allá de la tragedia, el suceso pone bajo la lupa el entramado de poder que sostiene a OCESA, la empresa que durante años ha operado con total dominio del entretenimiento en México.

Aunque ECO Live figura como productora principal en los permisos del festival, su papel no puede entenderse sin el peso de OCESA detrás. Los contratos, la logística, los patrocinadores y la ejecución técnica responden a una red donde OCESA impone condiciones, controla el acceso a los recintos y encabeza, desde la sombra o el frente, buena parte de los festivales masivos del país.

A pesar de ello, la mayoría de los medios tradicionales han optado por no mencionar a OCESA en sus coberturas, dejando que la responsabilidad pública recaiga únicamente en ECO Live. Es un silencio que no es casual: OCESA, con décadas de relaciones comerciales y publicitarias con los principales conglomerados mediáticos, ha logrado mantenerse fuera del ojo crítico incluso en los momentos más graves. La empresa anuncia nuevos eventos, vende miles de boletos, y continúa operando con total normalidad, como si nada hubiera pasado.

El imperio detrás del escenario

OCESA controla el mercado de espectáculos en vivo en México. Desde giras internacionales hasta festivales nacionales, desde recintos hasta sistemas de boletaje, OCESA es la piedra angular del negocio. Desde 2021, el 51% de la compañía pertenece a Live Nation, corporación estadounidense acusada de múltiples incidentes mortales a nivel global.

Este control transnacional ha generado un monopolio con consecuencias graves: poca supervisión, competencia mínima y una industria secuestrada por intereses comerciales que anteponen ganancias sobre seguridad.

Con respaldo político, acceso exclusivo a espacios públicos y acuerdos privilegiados con marcas, OCESA se ha consolidado como un actor intocable. En muchas ciudades del país, los artistas no tienen otra opción más que trabajar con ellos si desean presentarse en recintos importantes. Promotores independientes son marginados. Los consumidores no tienen opciones reales. Y ahora también sabemos que trabajadores y periodistas no tienen garantías.

Faltas documentadas y antecedentes silenciados

No es la primera vez que las prácticas de OCESA quedan en entredicho. En 2012, durante un concierto de Radiohead en Toronto —también producido por Live Nation— el escenario colapsó matando a un técnico. En 2021, en el festival Astroworld en Houston, murieron diez personas y más de 4,900 resultaron heridas. Live Nation fue señalado por negligencia, falta de protocolos de evacuación y sobreventa de boletos. En México, OCESA ha enfrentado múltiples denuncias por condiciones inseguras, mal manejo del aforo y cláusulas abusivas en sus contratos con artistas y proveedores.

En 2023, durante el festival Vive Latino, varios asistentes denunciaron la falta de agua y sombra en medio de temperaturas extremas. En 2022, una falla eléctrica puso en riesgo a miles de asistentes en un concierto masivo en el Foro Sol. En 2019, fans de Billie Eilish denunciaron sobreventa y falta de acceso seguro en el Palacio de los Deportes. Y en 2023, miles de asistentes a un concierto de Bad Bunny en Monterrey quedaron fuera del evento debido a boletos cancelados por duplicidad, generando indignación nacional.

Además, ese mismo fin de semana en que ocurrió el colapso en AXE Ceremonia, OCESA también operaba el festival Tecate Pal Norte en Monterrey. En ese evento, el escenario principal fue sostenido por grúas del mismo tipo, lo que ha despertado preocupación sobre el uso generalizado y sin regulación de estas estructuras en festivales de gran escala. De acuerdo con reportes locales, se registraron movimientos inusuales en el escenario Tecate Light que provocaron la intervención del equipo técnico. Aunque no se reportaron víctimas, la situación refuerza el patrón de improvisación y riesgo que ha caracterizado sus producciones.

Todos estos casos comparten un denominador común: OCESA y Ticketmaster, su brazo de boletería, nunca enfrentaron sanciones proporcionales. La venta duplicada de boletos, cancelaciones sin aviso, restricciones excesivas y reembolsos negados forman parte de una cadena sistemática de abusos que ha sido documentada por la Profeco y diversos medios.

La Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) ha emitido al menos tres observaciones formales a OCESA y su empresa matriz CIE por prácticas monopólicas, especialmente en los sectores de boletería —controlados por Ticketmaster— y contratación de artistas. Sin embargo, las multas han sido mínimas y las reformas estructurales, inexistentes.

Redes de poder e impunidad

Fuentes cercanas a la investigación aseguran que la influencia de OCESA llega hasta instituciones públicas. Los permisos se otorgan con rapidez. Las inspecciones se hacen con superficialidad. Y cuando algo sale mal, ningún directivo rinde cuentas públicamente.

En AXE Ceremonia, la decisión de último minuto de instalar una estructura pesada con una grúa no registrada fue ignorada por inspectores y personal de seguridad. Según testimonios, era “un riesgo que nadie se atrevía a cuestionar”. Y aunque los reflectores mediáticos apuntaron a ECO Live, los engranajes del festival —infraestructura, recursos humanos y logísticos— estaban bajo el control operativo y técnico de OCESA.

Una industria secuestrada

Las muertes de Miguel y Berenice se han convertido en símbolo de lo que sucede cuando el poder corporativo opera sin límites. A pesar de escándalos pasados —aglomeraciones, estructuras defectuosas, fraudes en boletaje— OCESA y Ticketmaster siempre han salido ilesos.

Productores, promotores y organizaciones civiles exigen hoy una legislación que rompa el monopolio y exija rendición de cuentas. Se pide un órgano independiente que supervise espectáculos masivos. Unilever guarda silencio. ECO Live ha desaparecido del radar público. Y los grandes medios siguen sin mencionar a OCESA.

Y OCESA sigue operando. Sigue mandando. Sigue facturando, en su casa no lloran.

Hasta el próximo colapso.

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