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FILANTROPÍA/ Burnout, presencia insospechada de la renuncia silenciosa

Por Felipe Vega, fundador y director general de CECANI Latam, empresa de capacitación para asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas

Tras la pandemia mundial de COVID-19 asumimos que el desencanto de los trabajadores, presentado como una renuncia silenciosa o la incorporación al reino de los zombies vivientes, era producto de la falta de alineación entre la mística empresarial y el propio propósito o sentido de vida. Una simple “desconexión” y ya.

Se ignoró el síndrome de burnout o cansancio extremo, de un agotamiento persistente.

Muchas empresas ya reconocen que el agotamiento profesional es un problema creciente, pero los datos revelan una brecha preocupante entre la percepción de los empleadores y la realidad vivida por su fuerza laboral. El 82 % de los trabajadores se sienten en riesgo de padecer burnout. Además, más de la mitad lo experimenta.

Uno de los factores más determinantes del burnout es la sobrecarga derivada de las responsabilidades de cuidado familiar. Muchos empleados, en especial quienes están en la década de los cuarenta, se ven obligados a cuidar de hijos pequeños y padres mayores al mismo tiempo, lo que multiplica el estrés laboral.

Lo que sí parece marcar la diferencia son los beneficios laborales que apoyan a los cuidadores: subsidios, respaldo económico para cuidados temporales, o programas de salud mental.

Las cifras lo respaldan: el 45 % de quienes tienen acceso a estas prestaciones mejoraron su productividad y 40 % reportó menor ausentismo. Más allá del rendimiento, el impacto emocional es clave: más de la mitad afirmó que mejoraron su calidad de vida y su conciliación entre trabajo y familia.

Identificar las señales de burnout es más que una cuestión de salud mental: es un acto de responsabilidad hacia uno mismo y hacia los equipos de trabajo. El agotamiento no se cura con días libres o frases motivacionales. Requiere cambios estructurales, apoyo emocional y políticas laborales más humanas.

Para empresas socialmente responsables, entender este fenómeno es clave para atraer, cuidar y retener talento. El burnout no es una debilidad, sino una consecuencia de un sistema que necesita ser revisado. Detectarlo a tiempo puede ser la diferencia entre sobrevivir en piloto automático o recuperar el bienestar y el propósito en lo que hacemos.

Estas son algunas características del burnout: cansancio físico constante, desmotivación, irritabilidad o cambios de humor, dificultad para concentrarse, sensación de fracaso o inutilidad, aislamiento social, dolores físicos frecuentes, negatividad constante u pérdida de eficacia laboral, sensación de estar atrapado y aumento del consumo de sustancias.

Actualmente en el Tercer Sector se realizan muchos trabajos de concientización sobre el también llamado “síndrome del quemado” para ayudar a los trabajadores a buscar apoyos y ayuda frente a un cansancio lacerante que se extiende cada vez más y más en distintos sectores económicos.

El primer paso para paliar el síndrome es el reconocimiento.

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